Era un día soleado de primavera, donde todo parecía florecer, hasta tu sonrisa y la mía. Todo era precioso, sentía que los únicos que estábamos ahí eramos nosotros, nada nos interrumpía, ni el sol que iluminaba tu hermoso rostro. Estábamos los dos, solos, en un parque sentados bajo un árbol hablando de algunas cosas que tenemos en común.
Todavía recuerdo el momento en el que no pude resistirme y te dí un beso en la mejilla. Luego tomaste mi mano y te acercaste, me miraste a los ojos, y para que nadie más que yo escuchara, me dijiste muy por lo bajo te amo. Entonces sonreíste y te devolví la sonrisa. Lentamente te acercaste más, me besaste. Fue un momento que nunca volví a olvidar, fue tan suave, tan tierno.
Derepente, todo desapareció, y ahí estaba de nuevo yo, sola, sumida en la oscuridad de mi cuarto, la que solo estaba iluminada por la luz del sol que se escondía detrás de las montañas. Me sentí tan desepcionada al descubrir que todo había sido solo un sueño.
Fue como probar un poco de una exquisita comida de un remoto lugar del planeta y luego, cuando vuelves a tu sitio, te das cuenta que nunca más la vas a comer. Sentí ese beso tuyo en un hermoso sueño y luego volví a mi mundo, sabiendo que no podría volver a suceder.
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A veces creemos que la realidad es un producto de nuestra imaginación y no logramos disfrutar de lo que tenemos pensando que no es real, así cuando perdemos lo que más queremos, nos damos cuenta de lo valioso que era. Y a veces creemos que lo que imaginamos existe, entonces cuando la realidad nos golpea, nos duele demaciado.
Rengo que aprender a separar la realidad de mi imaginación, antes de caer otra vez.
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