Cómo me gustaría poder decir eso. Pero no puedo. Mi pasado no fue muy lindo con respecto a eso.
Cuando tenía 9 años fue la primera vez que alguien me dijo gorda. Me acuerdo a la perfección ese momento. Estaba en un pelotero, en el cumpleaños de un compañerito del colegio y, con unos compañeros, estabamos subidos a un tobogán inflable. Yo, en esos tiempos, era la más "gordita" y mas alta de todos, y me costaba subir hasta arriba. En uno de esos momentos intento subir y me caigo. Uno de los chicos me grita "¿Qué vas a poder subir vos? Si sos una gorda papona". Yo era pequeña, no entendía lo que pasaba, pero parecía que los demás sí. Todos se reían de mi.
A los 10 años me cambiaron de colegio, comenzé a ir con falda y camisa. A esa edad comenzé a interesarme por ropa decente. Desde el primer día, fui la gorda del curso. Era una más de las chicas altas del curso, con la diferencia de que yo era "la gorda". Mis compañeros nunca me llamaron de esa manera, pero uno se da cuenta de lo que piensa una persona cuando se ríe. Yo se que pensaban, "pobre... se cayó la gordita". Según mi mamá yo era "rellenita" (y lo sigo siendo), pero, también, sabía que los demás no me describían se esa manera.
A los 11 empezé a jugar al basquet, pero sabía que nunca iba a progresar con los bastantes kilos de más que tenía encima. Conservé las esperanzas. Mi gusto por la ropa comenzó a ser mejor, ya quería usar ropa que usaban las adolescentes en ese momento, pero no podía. Nada me entraba. Pero era pequeña, esta situación era nueva para mi, no entendía. Mi gusto por los chicos también floreció, y ninguno se fijaba en mi. Pero era pequeña, no entedía.
Cumplidos mis 12 años, mi cuerpo tenía curvas más pronunciadas, mucho más pronunciadas. Los chicos seguían sin fijarse en mi. La ropa seguía sin entrarme. Yo seguía siendo "rellenita", pero ahora entendía mejor las cosas. Los chicos todavía no me interesada nada con ellos, a demás de mirarlos. Lo que decían mis compañeros de mi, me interesaba poco, o eso aparentaba. Pero cada vez que salía no sabía que ponerme. Entonces fui a un médico que me recomendó una nutricionista. Empezé bajar de peso, estaba más flaca, mis curvas estaban más marcadas. Estaba empezando a ser como quería.
Llegados mis 13 años mis padres decidieron cambiarme a un colegio secundario para comenzar mi 7mo año. El primer día de clases no sabía que hacer, no quería volver a ser "la gordita del curso". Aun que yo veía en sus miradas ese pensamiento que tanto odiaba, todo era "perfecto", nadie me lo había dicho en la cara. Hasta que un compañero, al cual yo odio, me pidío una tarea, yo, obviamente, le dije que no y me contesto con un: "Que gorda puta que sos". En ese momento mi sonrisa se desdibujó por completo. Empezé a engordar de nuevo. Estaba enferma. Mi cuerpo, atentaba contra mi y me hacía engordar. Suerte que paramos todo a tiempo antes de que me convirtiera en diabetica. No quería sufrir por algo más.
Mis 14 años llegaron no hace mucho y ahora si que todo iba perfecto. Había dejado el basquet y había empezado a hacer lo que tanto me apacionaba: bailar. El chico que me gusta comenzó a fijarse en mi. Hacía meses que no escuchaba ni me sentía avergonzada por mi cuerpo. Pero el día en que todo se derrumbó no tardó en llegar. Hace poco ibamos en el colectivo, y las chicas que iban atrás le pedían a los chicos que iban en el asciento de adelante que cambiaran la música que estaban escuchando, ellos no la cambiaron. Ellas seguían insistiendo, pero ellos no sedían. Hasta que una de ellas gritó: "la gordita que va allá adelante, por qué no haces algo y cambiás la canción?". La alegría y el autoestima que había logrado conseguir hasta ese momento, se esfumó por un largo rato. Y eso no fue lo peor. Volví a ver a mis ex-compañeros en un cumpleños. Me caí. Fue el peor momento de deseperación de mi vida. Después de un largo tiempo de no ver esa mirada asesina, prejuzgadora, lo peor no fue ver millones de ellas, lo peor fue ver la de una de mis mejores amigas entre ellas. Una casi ídola cayó del pedestal que ocupaba en mi corazón. Pasó a ser una más de esas despreciables personas que se reían de mi. "Jajaja, se cayó la gorda y rompió la silla". Eso decían sus miradas. Esas malditas palabras no dejaban de retumbar en mi cabeza, es más, lo siguen haciendo. En esos momentos uno se da cuenta de quienes son sus verdaderos amigos. Ella no lo es.
Es increíble como, en dos estúpidos segundos, el autoestima, la alegría, la felicidad y la paz que había creado conmigo misma, se chocó en el suelo cayendo en picada como un avión a punto de estrellarse contra el profundo mar sin saber, si alguno de sus pasajeros, iba a sobrevivir.
Acá estoy. Con una crisis de autoestima y sin poder mirarme al espejo. Nunca llore tanto por dentro como ese día. Las lagrimas no me salían, no por no querer, sino porque tenía que ser fuerte. Ultimamente he demostrado que no lo soy...
Alguna vez me gustaría que leyeras esto y te des cuenta de lo horrible que se siente.
¬Ailu Flores